jueves, 18 de noviembre de 2010

BERLANGA, LA COMEDIA COMO ARTE

Fotograma de Los jueves milagro
Luis G. Berlanga (1957)
La muerte de Luis García Berlanga ha dejado un poco más huérfano al cine español. Se ha ido uno de los grandes nombres de nuestro cine, aunque no estaría de más indicar que sobran las consideraciones respecto a si era el mejor, el primero o el segundo de los grandes cineastas de nuestra historia. El propio Berlanga rehuyó ese tipo de consideraciones. ¿Quién es mejor, o más grande, Buñuel, Bardem o Berlanga? Porque resulta sorprendente las escasas referencias y comparaciones con Bardem a lo largo de las jornadas posteriores a la muerte de Berlanga. Tal vez se deba a una confrontación tácita entre los defensores de ambos cineastas, que, como casi siempre ocurre en nuestro país, suele ser excluyente en el aprecio del otro. Por eso las comparaciones se han centrado en quién fue más grande, si Buñuel o Berlanga. Da lo mismo, cada uno, los dos al mismo tiempo, son geniales. Como decía el propio Billy Wilder cuando lo comparaban con William Wyler, por la coincidencia fonética de sus apellidos: Monet, Manet, ¿qué más da? Lo importante son las obras, que permanecen por encima de la vida de sus autores. Y lo importante del cine de Berlanga es, en mi opinión, la elevada consideración a la que supo llegar en el difícil arte de la comedia cinematográfica. El cine de Berlanga dignifica la tradición del sainete ibérico, de la acidez y el cinismo patrio y deja unas películas que son testimonio ineludible de la idiosincrasia española. Lamentablemente, en sus últimos años, el cine de Berlanga perdió en elegancia y ganó en zafiedad: Todos a la cárcel, no es precisamente comedia de trazo fino. París-Tombuctú es una película muy mediocre para cerrar una filmografía, que, por otra parte, en mi opinión, logró sus mejores cotas de interés y calidad en sus primeras décadas, y con la colaboración en sus guiones, nunca suficientemente valorada, de autores como Bardem, Azcona, Neville o Colina. Es por ello que yo soy de los que piensan que la finísima ironía de Berlanga fue más efectiva en esta primera etapa que en sus películas de la Transición y la democracia. Prefiero, así pues, Novio a la vista, Los jueves milagro, Plácido y El verdugo, a la serie de La Escopeta Nacional, La vaquilla y Moros y cristianos. No obstante, reconozco que, quizás, La vaquilla pueda ser considerada la última gran película de Berlanga. En cualquier caso, no es comparable a sus dos grandes obras maestras, Plácido y El verdugo, de entre las cuáles, yo me quedo con Plácido como el gran filme de toda su filmografía.
Fotograma de Plácido
Luis G. Berlanga (1961)
En definitiva, insisto, la mayor contribución de Berlanga fue la de dignificar al género de la comedia cinematográfica, siempre tan denostado, como ya hicieron otros autores como el citado Wilder o Woody Allen, autores que han logrado reconocimiento en este difícil arte. Conocí a Berlanga brevemente en un acto en la Filmoteca de Andalucía hace unos años. Sus películas son geniales, él no lo fue tanto, aunque me temo que la enfermedad no le hacía estar en plenas facultades en esos momentos. Pero eso, como decía el personaje de Lou Jacobi en el filme de Wilder, Irma la dulce, “ya es otra historia”. Larga vida al cine de Berlanga.

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