
Las necrológicas repiten machaconamente que Berlanga es, junto a Luis Buñuel, el director más importante de la historia del cine español. La comparación no me parece particularmente afortunada. Luis Buñuel es un director universal, con una contribución crucial a la filmografía de al menos tres países, y es objeto de reconocimiento y veneración unánime. En cambio, Luis García Berlanga fue, durante cuarenta años, la mejor cara de un cine genuinamente español.

Desde sus primeros trabajos con Juan Antonio Bardem allá por 1953 -Esa pareja feliz y Bienvenido Mr. Marshall- hasta París Tombuctú (1999) se extiende una trayectoria brillante que incluye títulos tan importantes como Los jueves, milagro (1957), Plácido (1961), El verdugo (1963), Tamaño natural (1974), La escopeta nacional (1978) o La vaquilla (1985).
Sólo el marcado caracter español de sus películas puede explicar que su figura no tenga hoy la trascendencia internacional que merece. Con todo, Berlanga fue un asiduo de los principales certámenes internacionales: participó cuatro veces en la Sección Oficial del Festival de Cannes, que reconoció con un premio su Bienvenido Mr. Marshall, y una en la Mostra de Venecia, donde ganó el premio FIPRESCI de la crítica con El verdugo, y estuvo nominado al Óscar a la mejor película de habla no inglesa por Plácido. En España también recibió honores como el Premio Nacional de Cinematografía en 1981, la Medalla de Oro de Bellas Artes (1983) o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1986).

Carlos Leal, socio de ASECAN
Texto publicado originalmente en Cinestrenos
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